EL DIOS ABANDONA A ANTONIO
Cuando a medianoche se escuche
pasar una invisible comparsa
con música maravillosa y grandes voces,
tu suerte que declina, tus obras fracasadas
los planes de tu vida que resultaron errados
no llores vanamente.
Como un hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
di tu adiós a Alejandría, que se aleja.
No te engañes
no digas que fue un sueño.
No aceptes tan vanas esperanzas.
Como un hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
como corresponde a quien de tal ciudad fue digno
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción -no con lamentos
ni ruegos de débiles- como último placer,
los sones, los maravillosos instrumentos de la
comparsa misteriosa
y di tu adiós a esa Alejandría
que pierdes para siempre.
La cuestión sería la siguiente: ¿hace falta
valentía para dejar atrás los sueños frustrados, los "planes de vida que
resultaron errados", tal y cómo expresa Cavafis? Esa capacidad de no
seguir insistiendo sobre algo o alguien cuando ya sólo nos causa daño por
continúar intentándolo. Quizá no sea valentía, sino más bien una mezcla de
impotencia y resignación la que nos lleve a decir adiós a esos proyectos
vitales que poco a poco vamos teniendo que dejar atrás. Siempre con lágrimas en
los ojos al volver la vista y recordar, una brisa de dolor por todo lo conllevó
la pérdida de Alejandría -es el escenario que Cavafis utiliza para este poema,
pero bien puede representar la pérdida de la propia vida, la frustración de un
sueño perseguido y finalmente no alcanzado o el abandono de la persona amada.
Lejos de este enfoque pesaroso, me quedo con la
frase "acércate con paso firme a la ventana y escucha con emoción".
Aunque en ciertos momentos nuestra voluntad
parece mirar atrás y hacer repaso de todo lo que hemos tenido que ir dejando en
el camino, hay que encauzar nuestras fuerzas en seguir soñando, construyendo y
no quedarnos abatidos. Es necesario comprender que perdemos porque, en
ocasiones, también ganamos.
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